Los humanos somos especialistas (hoy más que antes) de darle un día de celebración a cada acontecimiento, pero lo curioso y triste es que a aquellos acontecimientos lamentables no se les da el lugar que corresponde y cometemos los mismos errores una y otra vez.
Hace 40 años sucedió un acontecimiento tan difícil y quizás para los que aun éramos niños ello paso algo desapercibido, más un si es que vivíamos muy lejos de donde sucedió este evento.
Son las 3:23 de la tarde del 31 de mayo de 1970 y un fuerte sismo de aproximadamente 7.5 grados se produce en las costas del departamento de Ancash… las hondas se extienden hasta Ecuador por el norte y hasta Ica por el sur, haciendo remecer hasta parte de la selva en el centro.
La catástrofe tomó envergadura en la cordillera blanca, en el nevado del Huascarán, cuya pared norte se deprendió arrastrando consigo varios miles de toneladas de hielo y ello lodo, piedras y tierra que destruyo a su paso pueblos enteros con la consecuencia de miles de muertos y desaparecidos, esta avalancha se desplazaba por la quebrada de Ranrahirca que en el año 1962 prácticamente había desaparecido a esta población por un evento similar pero de menor magnitud. Hacia el Norte de esta quebrada estaba Yungay, que finalmente fue uno de los que prácticamente desapareció del mapa luego de la catástrofe.
Este evento tan lamentable para los que tenemos familiares como es mi caso en este departamento, no trae nuevamente a tomar conciencia a través de la memoria, del recuerdo, de la experiencia,… si bien en aquel momento no podíamos ni de forma imaginaria de un proceso de calentamiento global, las consecuencias de lo sucedido debe hacernos temer sin más a nuestra madre naturaleza.
Hoy con todo lo que sabemos, con todo lo que podemos ver y con todo lo que podemos aprender, estamos dejando pasar la oportunidad de tomar en nuestras manos la solución a lo posibles problemas catastróficos que estoy seguro están por venir. Le hacemos a la naturaleza, lo que no podemos hacernos a nosotros mismos, … Tratamos que los niños estudien, hagan y reparen lo que los adultos no pudimos hacer bien y seguimos haciéndolo, como si el tiempo nos sobrara, como si la naturaleza fuera a seguir soportando nuestras agresiones.
Nuestro país, nuestra región no está preparada para resistir un golpe tan duro como el de Yungay, y creo que muchos lugares no se salvarían de algo similar,… acaso ¿estamos esperando a que Huancayo o Junín sean pueblos fantasmas?
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